3.10.08

Una de verdades...

Hoy en el períodico ADN me topé con un artículo de Risto Mejide, aquel que conocemos como jurado de OT...y que no tiene "pelos en la lengua". Hay palabras que ofenden, pero otras que nada más dicen la verdad...Y he aquí un genial artículo acerca de lo que hemos sido, somos y querremos que sean nuestros descendientes:


Tengamos un crío.

Tengamos un crío. Hagámoslo ya. Encarguémoslo aquí y ahora. Fruto seco de nuestro amor, carne viva de nuestra carne, sangre fría de nuestra sangre que hoy me la noto toda en el mismo sitio.Hagamos un hijo. Tengámoslo ya. Qué bien lo vamos a pasar fabricándolo, ya lo verás. Solución a todos nuestros silencios, sentido de cada uno de nuestros antepasados, amortiguador más antiguo del mundo para todo tipo de baches, como éste que nos preocupa.

Gestemos la criatura. Gestémosla en ti. No veas las ganas que tengo de verte gorda, cansada, dolorida, irascible e hipersusceptible durante nueve meses de nada. Con suerte, igual tienen que sacártelo antes, dejándote una estupenda raja de lado a lado para toda la vida. Traigámoslo al mundo.

Traigámoslo ya. Alguien que a los 2 te llame mamá, a los 10 proveedora de saldo, a los 15 vieja demente, a los 30 canguro low-cost y a los 50 no te llame más que el día que toque visita en la residencia en la que te haya metido contra tu voluntad.

Hablemos del crío. Hablemos de él. Pasémonos los próximos dos años acaparando toda conversación en cualquier acto social y familiar hablando, sin venir a cuento, de caquitas, gestitos, palabritas, nochecitas, biberones, y cualquier otra monería que salga por la boquita o por el culito del bebé. Como si a todo el mundo le fuese la vida en ello.

Eduquemos al niño. Eduquémosle bien. Dejemos que se exprese, sobre todo si es sobre un extraño. Riámosle las gracias, las patadas, berridos y ataques de cólera en lugares cerrados como un avión, un autobús o un tren, que no dejan de ser afirmaciones libres de la incipiente personalidad del chaval. La gente adulta tiene que entenderlo, compartirlo e incluso celebrarlo con nosotros. Forma parte de la alegría de crecer. A que sí. Cómo puede sentirse alguien molesto, con lo bonito que eso es. Apuntémosle a ballet, natación, ajedrez y karate. Espera, tú siempre has querido tocar un instrumento. Pues que también estudie piano, guitarra y bandurria gaditana. Que lleve con la cabeza bien alta todas y cada una de nuestras frustraciones, que para eso está. Y que entienda desde pequeñito que sus padres le querremos mucho pase lo que pase, aunque si llega a ser Martha Graham, Michael Phelps, Arturito Pomar o Barenboim, igual le querremos un poquito más.Eso, queramos al niño. Querámosle bien. Permanezcamos juntos incluso cuando se nos haya acabado el orgasmo, el amor y los piropos, y hagámoslo sólo por el miedo a perder la custodia. Da igual que para ello tengamos que transformar nuestro hogar en un infierno. Eso es lo de menos. Sintamos orgullo.

Hinchemos la boca. Que gracias a nuestro esfuerzo, nuestro empeño y dedicación, en este planeta hay más gente y a partir de ahora toca a menos por barba de lo bueno, sí, pero de lo malo también. Que parir un crío es casi tan positivo como adoptar, pero sin tener que pasar cientos de engorrosas pruebas que pongan en evidencia nuestra inaptitud. Y no te preocupes que al final, si desde cualquier texto abyecto se nos pone de vuelta y media, siempre podremos esgrimir el argumento más ridículo y definitivo. Que hasta que no se vive, no se sabe de lo que se habla.Mismito mismito ocurre con la muerte.

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